Gracias por el placer de la lectura
JuanluIbarretxe - 12/03/2014: Hace ya varios años que vi por primera vez una película llamada “Martín H”, que muchos de ustedes conocerán. Lo cierto es que cuando salí del cine aquel día, tenía la sensación de haber presenciado un “tostón”, pero en las siempre provechosas charlas que solía tener en esa época post-adolescente con mi amigo Israel Alonso, éste me conminó a verla de nuevo porque “tenía unos diálogos muy buenos”. Pues dicho y hecho, haciendo caso a Isra, volví a pagar por ver la citada película y entonces mi opinión cambió por completo. De hecho, hoy en día sigo recordando algunas frases y diálogos que acontecen en un filme que ahora me parece asombroso. En concreto, en una escena en la que Martín padre y Martín hijo están cenando juntos, el padre le exhorta a H a que lea, comentando, más o menos, que “yo no te obligo a que leas, hijo”, a lo que el hijo responde “ya lo sé, papá, tú sólo dices que la lectura es el mayor placer del mundo, y que el que renuncia a experimentar el mayor placer del mundo es un idiota”. La verdad es que esta manera sibilina de llamar idiota a su propio hijo me pareció magistral, pero lo que realmente deseo resaltar en este tardío artículo (no voy a poner excusas a la inexcusable falta de inspiración sufrida en los últimos siete meses) es lo placentero que resulta leer un libro.
Debo reconocer que mi vocación por la lectura es tardía y que hasta los últimos cursos del instituto no gocé realmente con esta afición, seguramente porque en el colegio nos obligaban a leer libros que contaban para nota y, claro, lo que te imponen como un deber, luego no lo tomas como un hobby, aunque bueno, ya estamos entrando en temas de educativos que, por desgracia, no creo que vayan a mejorar con Wert.
El caso es que a lo largo de mi vida, sin haber leído una gran cantidad de libros, y reconociendo que lo que más me atraen son las novelas de toda la vida, siempre he buscado, al igual que en las letras de las canciones, frases o palabras que, como diría Sabina “la carne de gallina me ponen en el corazón”. Esto es algo muy difícil de conseguir hasta para los escritores más expertos, pero hay una persona que conozco desde hace algo más de dos años que lo ha logrado, y además sin utilizar casi textos y basando el poder comunicativo en las imágenes. Se trata de David Sánchez y algunos de ustedes seguro que ya le conocen. Y es que “El libro de los suaveros” no será nunca presentado en el programa de Buenafuente, ni ganará el Premio Planeta, pero hará que todos los seguidores de la banda del gato le estemos eternamente agradecidos. Y es que aún cuando el grupo se disuelva (esperemos que sea dentro de mucho tiempo), en la estantería de nuestro cuarto conservaremos ese ejemplar gracias al cual he viajado a Londres, Madrid, Ourense y tantas y tantas ciudades mientras un escalofrío recorre mi cuerpo y me hace ver que Los Suaves y muchos de los suaveros que aparecen en sus páginas han sido y serán parte de mi vida.
Por ello, igual que a algunos músicos de Los Suaves ya les he dicho en persona que gracias por la música, ahora tengo que decir a David (aunque sea mal y tarde) que gracias por el libro, por darme la posibilidad de sentir de nuevo el placer más grande del mundo a través de la lectura, como diría el padre de Martín H. De todos modos, creo que Martín H. no escuchó ningún disco de Los Suaves, si no, diría que el placer más grande del mundo es escuchar a los ourensanos en directo y, acto seguido, se enfundaría una camiseta con el gato.
Volver a la portada