Suave es la noche
Artículo escrito por Juan Luis Ibarretxe Marcos
¡Ya estoy contigo! Suave es la noche…
…Pero aquí no hay luz
Salvo la que del cielo trae la brisa
Entre tinieblas de verdor y caminos
[de musgo tortuosos.
Estas palabras, pertenecientes a la obra ‘Oda a un ruiseñor’ de John Keats, aparecen a modo de introducción en el libro que ahora mismo estoy leyendo, y que no es otro que ‘Suave es la noche’, de F. Scott Fitzgerald. En un principio, estuve ojeando en la biblioteca algún libro de Goytisolo y algún otro de Kerouac, movido por la curiosidad de saber cómo son las obras de los autores favoritos de Yosi, pero dado que no estaba muy seguro de si la prosa de Goytisolo iba a ser tan buena como dicen que es su poesía; y tras leer algún prólogo de los libros de Kerouac que me parecieron poco atractivos y excesivamente centrados en la ‘Generación Beat’, opté por mirar a ver si por ahí estaba la novela que dio título al que fue el primer disco que compré de mis queridos Suaves.
Mi búsqueda dio el fruto deseado y, gracias a este libro, consigo mitigar aunque sea solo ligeramente la melancolía de estas oscuras tardes de otoño, en las que, como cantaba Sabina, la vida sigue, “como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”. Y por si las penas que acarrea la vida fueran pocas de por sí, justo ayer, nada más salir a la calle tras leer unas páginas de las historias de Rosemary y de los Diver, recibí en el móvil un mensaje que rezaba así: “Se nos acaba el gato”.
Enseguida supe que, al igual que todas las noticias que son tristes, ésta iba a ser cruelmente verdadera y sentí que, lo que había comenzado un viernes con una escucha en un viejo tocadiscos del para mí insuperable ‘Suave es la noche’ justo después de estudiar para los exámenes de 1º de BUP, iba a finalizar (mejor dicho, iba a empezar a finalizar) mientras leía el libro del mismo nombre, como si así se cerrase un fatal círculo que ojalá se mantuviera para siempre abierto.
No voy a negar que tras unos momentos en los que noté el alma helada, cierta rabia empezó a fluir por mi sangre y quise corregir a Yosi en una de sus estrofas. Y es que ahora no podremos considerar al año del cerdo como un año maldito, es más, ahora nuestro año maldito será el año del caballo, por ser éste el año en el que se anuncia que se va a producir la muerte de algo que ha pasado a formar parte de nuestras vidas, es más, parece que nuestro verdugo nos está anunciando que va a asesinar a parte del rock de este país, esta tierra, o de este estado, como lo quiera denominar cada uno.
Por otro lado, ya algo más tranquilo, y con la calma que da el sentir un viento frío en la cara mientras se está paseando por la rúa, también pensé que, más que de años malditos, incluso se podría hablar de años benditos. De hecho, el nacimiento de Yosi, como el de cualquier ser humano, ha de ser un motivo de alegría y, volviendo al presente 2014, el haber visto a la banda del gato en directo en mi pueblo es algo que también se quedará en mi memoria como uno de los oasis de felicidad que a veces se nos presentan en esta dura existencia.
Ahora podría comentar que al menos siempre nos quedarán sus canciones, que he conocido mucha gente gracias a sus conciertos y muchas otras consideraciones que, siendo rigurosamente ciertas, no suponen más que tiritas que intentan tapar una herida incurable y que no para de sangrar. Y es que eso de que ‘No hay mal que por bien no venga’ no deja de ser desde mi punto de vista más que una frase demagógica, porque, al igual que en infinidad de noticias mucho más trágicas que la que se dio a conocer ayer, una perdida nunca puede conllevar nada bueno, puesto que, afortunadamente, las canciones y las maravillosas personas que he encontrado en este sendero de rock siempre iban a estar ahí, sin necesidad de giras de despedida.
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